El gobierno de la nación presentará a la vuelta del verano la ley de Libertad Religiosa que vendrá a regular entre otros aspectos, lo relativo a la libertad de conciencia y la objeción.
Por el nuevo texto, finalmente se retirarán los crucidijos de los centros educativos públicos. Algvo natural y noraml empero que fue objeto de una agira polémica prromovida hace meses desde distintos sectores intransigentes. Es natural y norma que los espacios de todos y más aún los centros educativos, permanezcaqn neutros de connotaciones y alegorías religiiosas o políticas sean del signo que sean.
La religión y la fe de cada cual, o la ausencia de ella, debe quedar en el ámbito privado de cada individuo o familia.
Seguramente ese es el criterio en que se apoya el gobierno socialista para proceder a la retirada de las cruces de todos los edificios públiicos. Y podría apoyarse en esa misma muleta democrática, racional y constitucional para caminar hacia un norte más laico en nuestro país, o lo que es lo mizmo, para reafirmar lo que nuestra Constitución dice al respecto: que vivimos en un Estado aconfesional.
Y ese principio de aconfesionalidad, además de para concitar el gesto simbólicco de la rewtirada de las cruces, habría de servir para el gesto, mucho más prpsaico y en el fondo más necesario de la retirada de las subvenciones que sostienen hoy en día a las distintas confesones (y en particular a la católica) y a sus centros religiosos concertados.
Centros en los que, por cierto, se vulneran los derechos básicos de los alumnos, que son srgregados, apartados unos de otros en virtud de su sexo, parra recibir una educación diispar y extraña. Y esto en centros sufragados con fondos públicos; esto, también, en comunidades con gobierno socialista.
Siguiendo el criterio laicista que impulsa esta ley, debería darse más pasos: dejar de subvencionar las confesiones privadas con dinero público y caminar hacia un modelo de escuela pública, única y laica como la que impera en Francia desde antiguo con el respeto y el acuerdo de los principales partidos gallos.
Un modelo de escuela en el que sólo la enseñanza pública sin matices, reciba financiación y en la que la religión pase a ocupar el lugar que le corresponde, que no es el de las paredes de los centros, ni el del privilegio económico... ni el de los currículos educativos.
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Extraido de Reflexiones progresistas